GC San Bernardo de Claraval - Oaxtepec, Morelos, México
Lo primero que encontré fue una aparente llamada-invitación de nuestro querido pastor, P. César Corres a pertenecer a la Comunidad del Camino; pero al mismo tiempo me quedó claro que fue el Pastor Señor Jesús quien me hizo la invitación, respetando mi decisión, si llegara a negarme. No lo hice (estoy seguro que Él me ayudó a decidir afirmativamente).
Así que, el 28 de febrero de 2010, entré a la Comunidad, participando en la Eucaristía ese domingo. ¿Qué encontré primero? Sin duda los compromisos que se aceptan desde el inicio: dos horas de reunión con un grupo de hermanos, hacer oración de un modo que yo no conocía, dos veces por semana; me cautivó de inmediato lo de la oración; enseguida, el grupo de crecimiento al que me asignaron estaba trabajando en el “proyecto espiritual”, a lo cual también me dediqué de inmediato y me pidieron elegir un “padrino” para que me acompañara en mi proyecto, una vez aprobado por el P. Corres. Se elige al padrino entre los hermanos; como yo no conocía a los miembros, el P. Corres me asignó uno. Más tarde, me asusté cuando me hablaron de que haríamos misión. Como acababa de entrar, en esa ocasión no me incluyeron.
Por todo lo anterior, mi relación con Dios empezó a cambiar, creo yo, especialmente por tres elementos que yo identifico ahora como claves: la oración (diferenciada del rezo), la Eucaristía, vivida lo más apegado posible a lo que es ese misterio de Amor de Dios y la fraternidad que se genera en la pertenencia a un grupo, si se toma en serio (si no, se puede llegar a la amistad, pero no a la hermandad esperada por Cristo). Mi principal crecimiento está relacionado con el combate a mi soberbia, lo cual inicié desde que me integré a la Comunidad del Camino y sigo trabajando en eso, para poder crecer en lo espiritual; considero que con la humildad, para lo cual no soy muy proclive, es la única herramienta que puede disminuir y hasta casi aniquilar la soberbia. En esta lucha continua, sé que el Señor me acompaña en ella, así como ha estado a mi lado toda mi vida, aunque yo no lo tomara en cuenta. Mi crecimiento espiritual, aunque ha sido lento, se ha dado confiando en la Gracia de Dios en los aspectos de servicio, de oración diaria (siempre pido la perseverancia a Dios, la cual no me ha negado); mayor deseo de escucha y puesta en práctica de su Palabra; más frecuente asistencia a la Eucaristía. La pandemia me alejó de la asistencia presencial, pero gracias a ella, pude asistir virtualmente casi todos los días.